En un páramo lejano, entre mortiños y rosas, un pequeño riachuelo fluye entre la esperanza y la felicidad. Entre cantares, risas y juegos un pequeño esturión blanco y una lechuza se encuentran.

Una noche de luna llena iluminando el río, la pequeña lechuza, sentada en la orilla, hablaba con el pícaro esturión. Embelesada por su risa, experiencia y e inteligencia, cae la lechuza en el hueco de la fascinación.

Entre lunas y soles jugaban en el río. Todo era lleno de colores de arcoíris.

Poco a poco el esturión empezó a chapotear gotas de dolor y tristeza en las alas de la lechuza. Ella, perdida en aquel turbulento riachuelo, buscaba nadar junto al esturión debilitando sus alas en cada sumergida y cada golpe de la corriente.

Sola y desorientada, sin recordar su canto, perdía su fuerza. Una noche, tras un fuerte golpe de la corriente, recuerda una alegre canción y comienza a tararear atrayendo a la curiosidad de su vieja amiga la ardilla, quien reconoce su bello rostro entre las turbulentas aguas. Con una pequeña pero fuerte rama la ayuda a salir de aquel riachuelo. Con delicadeza, la lechuza abraza sus alas y día tras día vuelve a pintar su vida de colores arcoíris.

Daniela Albuja (Poetisaandante)