ALICIA
Todas las noches, Alicia tenía el mismo sueño.
Se encontraba sentada en medio de una habitación muy oscura, fría y que tenía un extraño olor a pesadumbre. El piso de la habitación estaba recubierto por baldosas negras y blancas de forma alternada. Alicia fue capaz de percatarse que cada 10 segundos la luz del faro que se encontraba afuera llegaba hacia la habitación y se iluminaba un espejo frente a ella. Un espejo que curiosamente no tenía su imagen, sino la de un hombre.
En la primera noche, el hombre se encontraba en una habitación idéntica a la que estaba ella, pero nunca le habló. El hombre solo sonrió al verla y desapareció. En la siguiente noche, se encontraba sentado frente a ella, casi desnudo, su cuerpo tenía muchos tatuajes que parecían estar contando una historia. El hombre estaba casi imitando su posición corporal. Ella intentó formular alguna palabra, pero ninguna logró salir de su boca. El hombre dentro del espejo simplemente la ignoró y, a partir de ese momento, Alicia quiso saber quién era este curioso sujeto y por qué no se podía ver a sí misma en el reflejo del espejo.
Alicia quiso ser amable y brindarle un abrigo, pero en la habitación no había ningún objeto. Pensó que tal vez un abrazo suyo lo abrigaría. La tercera noche, él caminaba por la oscura habitación, pero ella solo podía oler su perfume y sentirlo, ya no lo veía. Se preguntó por qué la luz del faro no llegaba a la habitación esa noche. La siguiente noche, él apareció dentro del espejo, la miró curioso, como si estuviera viendo algo muy lindo, se mostraba conmovido, entusiasta, casi con el encanto de un niño al ver algo por primera vez. El empezó a hablar y Alicia a responder, entonces empezaron una conversación que duró mucho, muchísimo. Ella le había entregado toda su atención, le daban cosquillas aquellas cosas que decía, le daba ternura la forma en la que él tocaba con sus fabulosas palabras la vida, la derretía la pasión con la que él tocaba el destino.
Alicia quedó encantada, sintió algo que jamás había sentido; sus pies ya no pesaban, sentía un hormigueo recorrer por su cuerpo y este era tan liviano que casi flotaba. En ese punto ya se había dado cuenta que se había conectado por primera vez con un ser humano y sin percatarse ya había perdido totalmente la noción del tiempo, pero deseaba con locura que la noche fuera larga para no cortar tan encantador y sensacional sueño.
En la quinta noche, en el primer instante en que Alicia vio al sujeto le dijo: “Querido extraño, ¿por qué todas las noches mis sueños me traen a esta oscura habitación? ¿puedo saber cuál es la historia que esconde cada uno de tus tatuajes? ¿quién eres tú? ¿podemos hacer algo para que la luz nos ilumine más tiempo?”. A lo que el extraño sujeto respondió: “No hay nada que ahora tú puedas hacer, Alicia. Pero si me prestas tu mente por un momento podemos salir de aquí. ¿Confías en mí?”. Alicia responde: “¿Para qué necesitas mi mente? Quedaré vulnerable si la tienes. ¿Por qué te la daría, dado que es lo más extraordinario que ten...?”. El hombre interrumpe y le extiende la mano, que atraviesa el espejo frente a ella y le dice: “El peso de tu mente hará que te sea imposible sujetar mi mano para dar un viaje, Alicia. Solo necesitas tomar mi mano”.
Alicia sujeta la mano del extraño y piensa en que su mente casi siempre ha sido algo pesada para ella. El extraño no le mintió. Al darle su mano, fueron a un lugar maravilloso,totalmente único. Los ojos de Alicia se iluminaron con mil colores que en su mundo no eran posibles, empezaron a viajar juntos sobre las galaxias, las nubes de polvo, estrellas, planetas; veía cómo su extraño acompañante tenía el poder de crear colores que ella nunca había visto, cómo las estrellas podían cubrir su cuerpo y tomar su espectro, cómo el sol y la luna se juntaban para crear algo nunca antes visto. Estaba fascinada, nunca había visto algo tan brillante, colorido y surreal ante sus ojos. No dejaba de sentir su cuerpo temblando debido a toda la experiencia que acababa de atravesar.
Observó su cuerpo volando de la mano del extraño y era dorado, luego púrpura, luego iridiscente, luego era todo de agua. Se percató que sus cuerpos estaban sincronizados... más que eso, eran uno solo y vibraba muy fuerte. El sol atravesó su ventana y ella despertó, pero quería seguir durmiendo para ver y sentir todo aquello que en su mundo no era posible experimentar. Pensó todo el día en el sujeto, considerándolo un dios. Aquel día lo vivió tan ansiosa de que llegara otra vez la noche y estar lo suficientemente cansada como para dormir por muchas horas.
Por la noche, su sueño la llevó a la oscura habitación de siempre. El extraño ya estaba ahí frente al espejo, podía sentirlo. Alicia le contó entusiasmada que ya tenía un nombre para él. Le llamó “amo de las estrellas”. La luz del faro aquella noche tampoco llegó hacia la habitación. Alicia le agradeció una y otra vez al hombre por haberla llevado a la mejor experiencia de su corta vida y él le respondió que solo ella merecía conocer ese lugar porque las otras chicas no tendrían tal capacidad de asombro y de transformarse en magia como ella. Alicia le preguntó: “¿Hay otras chicas en este lugar?”. El respondió: “Eres única para mí y nadie ocupa tu lugar. Tú lugar ocupa mi corazón por completo”. Alicia sonrió desde el alma, pues tenía aquello que siempre había querido: un lugar que se iluminaría sólo cuando ella esté, un lugar en donde reconocieran que ella no ha nacido para ser reemplazable sino única e inmensamente valiosa. Pensó: “qué fortuna ocupar un lugar en el corazón del amo de las estrellas”. Los sueños de Alicia ciertamente habían superado su realidad y ella no quería dejar de soñar; pero, al despertar, siempre sentía la misma incertidumbre. Se preguntaba sobre cuánto durará el sueño, quién era realmente el “amo de las estrellas”, y por qué se sentía tan triste cada vez que el sol llegaba a su ventana y se veía obligada a despertar.
La séptima y última noche que Alicia vio al intruso de sus sueños, ella logró salir de su propio cuerpo, se vio a ella misma dentro de la misma habitación jugueteando con el extraño. Percibió que algo estaba mal. La mujer que se encontraba en esa habitación con el extraño en realidad no era ella, pero le decía las mismas fabulosas palabras que le decía a ella. Siguió flotando hasta encontrar el sueño que sí le correspondía a ella. Encontró la habitación en la cual sí estaba ella realmente. Se escuchaban voces que le aterraban, que llegaban de todas las direcciones, voces que hacían temblar el faro de afuera, voces de profundo dolor, de profunda pesadumbre, de profundo desconsuelo. Sin embargo, decidió seguir para ver de lo que se trataba su sueño. Al entrar en la habitación, siguió flotando. Desde un lejano ángulo vio que el extraño estaba sobre su cuerpo. Entonces sintió una vibración espeluznante que parecía intentar romper en mil pedazos su mente y cuerpo, la fragmentaba.
Desde allí vio a una Alicia inmóvil bajo el cuerpo del sujeto. No tenía expresiones, ya no había felicidad, pensó que él la había matado, pero en realidad aún seguía viva. Tenía una inamovible expresión de profunda confusión y no era capaz de ejecutar ningún movimiento en su cuerpo, nada más lo hacía en su su rostro. Sus cejas arqueadas, su mirada vacía, su boca medio abierta como intentando decir algo. Desde aquel ángulo, y sintiendo terror por encontrase en ese momento, solo pudo gritar con todas sus fuerzas lo siguiente: ¡Qué pasa! ¡Qué me haces! ¡Detente, no soy tu cosa! ¡Me lastimas, me lastimas! ¡Estás rompiéndome! ¡Me rompes! ¡Detente! ¡Escúchame, por favor! ¡Por favor!”. Estaba segura que el extraño la oía,pero ni la tristeza ni confusión en su rostro, ni sus súplicas no lo detuvieron. Despertó con mil lágrimas en sus mejillas, sintiendo un profundo dolor en su pecho, temblaba debido a la fiebre y sentía su cuerpo tan enfermo como jamás lo había sentido.
Tomó un abrigo y salió corriendo hacia la consulta del doctor Krauli. Al entrar en consulta le dijo desesperada y en tono de súplica: “¡Doctor, doctor... alguien llega todas las noches a mis sueños y estoy segura que la única razón por la que él viene es para volverme demente!”. El doctor Krauli la escuchó. Parecía estar muy atento. Alicia estaba profundamente confundida y aterrada, tanto que ya no podía discernir entre aquello que fue un sueño y la realidad. Sentía que su mente se quedó atrapada en la habitación de sus pesadillas, sentía que se volvería loca del dolor. El doctor le dio tres frascos con pastillas. “Para aliviar tu atormentada mente, querida Alicia”, le dijo. “¿Esto realmente me calmará, esto hará que él no vuelva a mí, esto hará que ya no vuelva a la misma pesadilla?”. El doctor respondió: “Es lo que tengo por ahora, Alicia”.
Alicia se dio cuenta que aunque el doctor Krauli la escuchó, no la entendió en absoluto. Llegó la noche y Alicia se sentía tan sola e incomprendida como nunca se había sentido antes. No quería soñar, tenía mil preguntas en mente, sentía como si todo el dolor del mundo se hubiera posado en su mente. Se preguntaba por qué el extraño está hiriendo a esas mujeres, por qué no las escucha, porque no significan nada para él, por qué las ve como un objeto factible para sus aventuras, por qué usa esa máscara y por qué no se detiene.
A pesar de que Alicia hizo mil cosas para no quedarse dormida, se durmió y el mismo sueño llegó como un pellizco en su cuerpo. Se sintió enferma al momento en que se dio cuenta que estaba en la misma habitación, la luz del faro llegó a ella y por primera vez se vio a sí misma en él. Se veía tan... sus ojos estaban tristes, su lengua seca, tenía tanto frío y temblaba. Temblaba al pensar en que podía volver a ser dañada. La forma en que se había estructurado su mente había cambiado. Sentía una confusión infinita, un dolor desgarrador intentando ahogar su vida y el peso de un alma rota sobre sus pies. No calma, para nada. No paz, para nada. No claridad, para nada. Agonía, desastrosa. Escalofríos, insoportables. Traición, despreciable.
Quiso encontrar la puerta de la habitación, pero lo único que había en ella eran tres frascos. Uno de estos tenía dentro el último destello del sol y en la etiqueta que estaba fuera decía “transformación”. El segundo tenía una sustancia púrpura con muchas lunas, este tenía una etiqueta que decía “sanación”; y, el último tenía un reloj que no paraba de sonar, este frasco decía “tiempo”. Supo desde el momento en que vio el frasco que necesitaba sanar su atormentada mente, su quebrantada alma y su adolorido cuerpo. Abrió el frasco y sintió cómo una fuerza descomunal succionaba su cuerpo entero. La fuerza la llevó a otro lugar, era como un túnel oscuro y había una persona tocando al fondo. Lo escuchaba como un eco, el sonido vibraba en su piel, era un solo de guitarra, sonaba muy muy fuerte, el sonido hacía que palpiten sus entrañas.
Mientras caminaba más, avanzaba más fuerte. Se acercó al hombre y curiosa preguntó por el nombre de aquel solo de guitarra. “Inferno”, de Graeme Revell , le dijo el hombre. Alicia agradeció al hombre, cuya cara le fue imposible ver y siguió caminando. Caminó y caminó durante mucho en medio de la oscuridad, acompañada únicamente de aquella triste canción hasta que llegó a sus ojos una luz enceguecedora. Era la luz del sol. Había un árbol enorme frente a ella y pasto color trigo bajo este. El cielo tenía el azul más bello que jamás hubiese visto Alicia. Bajo el árbol había cientos de mujeres, miles de mujeres sentadas. Tenían todos los colores, venían de todos los lugares, sus ojos brillaban de tal forma que ni siquiera parecían humanas, tenían en su caras y manos las huellas de las culturas de donde provenían, había mucha comida a su alrededor y algunas jugueteaban con los animales. La vida parecía rendirles homenaje porque el sol brillaba como nunca antes, el aire olía a libertad, había una extraordinaria fuerza de sanación que flotaba sobre ellas.
Mientras Alicia se acercaba a ellas, pensaba que nunca antes había escuchado una variedad de infinitas risas suceder al mismo tiempo. Nunca se había sentido en un hogar donde el amor sucede de una forma tan estrepitosa como hasta ese entonces. Todas ellas se percataron de que Alicia había llegado, le ofrecieron su comida, su agua, su amor. Todas ellas habían tenido su propia batalla con aquel hombre que aparecía en los sueños de Alicia (que cambiaba de cuerpo y nombre, pero era siempre el mismo). Alicia sintió un rayo de Sol en su corazón, una fuerza fantástica de liberación recorrer su cuerpo, una alegría sinfín jamás experimentada y un hondo deseo de abrazar a las miles de ellas que ya en ese momento eran millones. Una de ellas abrazó a Alicia primero y le dijo: “la razón por la cual hoy brilla el Sol como nunca es debido a la fuerza de tu espíritu, él nunca llegará a tus sueños otra vez porque cada una de nosotras ya lo ha derrotado. La realidad ahora supera lo insuperable. Ninguna de nosotras ha vuelto a tener tales pesadillas en milenios. Hay un nuevo mundo esperando a que lo descubras y ya no tienes nada de que temer, nada de qué desconfiar, nada de que protegerte. El mundo se ha liberado, el sistema que lo rige ya no está orientado por el daño, apatía, desigualdad; los hombres también han despertado y ya no saben dañar a nadie ni nada. Será un honor si te unes a nuestro mágico y sanador abrazo colectivo, te estábamos esperando, guardé un lugar para ti, Alicia”.