CARTA
El horror de vivir en silencio.
El horror de callar
a pesar de que las cicatrices invisibles revientan la piel.
La mente bajo la sombra del relato
a veces recuerda el suceso con culpa,
con odio a la idea de un cuerpo profano.
A veces con compasión por la inocencia de la corta edad.
Vivir bajo el recuerdo...
A veces es angustia traslada en un sinfín de preguntas,
es cuestionarse el porqué, es preguntar:
“¿Quién autorizó a ese ser tocar tu cuerpo?”.
O “¿por qué usurparlo como si fuese suyo?”.
“¿Por qué nadie lo impidió?”.
“¿Por qué no lo impediste?”.
“¿Y qué queda ahora?”...
Del suceso queda el todo y la nada.
A veces el vacío y a veces la marca.
La vivencia,
las ruinas del delito de donde nace un nuevo ser.
Una nueva piel que ha sido lavada por la comprensión,
por la autocompasión,
por el abrazo a ese cuerpo
estropeado, callado, inocente.
Hoy el horror a veces produce lucha
y esta rompe el recuerdo ruin
para irrumpir en el pensamiento y transformarlo
en vida, en cuidado y en amor.