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Violet

Ese año tenía muchas expectativas en la universidad, pensaba que todo seguiría igual, que seguiría sonriendo en clases con mis amigos, que el último año sería grandioso en todos los aspectos.

Pero ese año todo cambió, después de separarme de mi novio que era conocido por todos en la Universidad, tanto por todos mis amigos y compañeros, así como de los profesores porque su papá también trabajaba en la Facultad; un profesor comenzó poco a poco a decirme halagos sobre mi apariencia, por cómo me vestía, por mi figura; a hacerme preguntas personales acerca de mi vida privada y a decir “tú necesitas un hombre y no un niño como él,

Comencé a sentir su mirada sobre mí; a  dar por sentado que ese ya no era mi espacio seguro y a sentirme atrapada, porque él seguía indagando en mi vida, haciéndome sentir cada vez más angustiada, porque no sabía qué hacer por el temor a las represalias y la impotencia. La frustración me invadían con preguntas.

—¿Qué puedo hacer? ¿Por qué a mí?.

Ese espacio ya no era mío, entré en círculos de ansiedad, donde lo único que esperaba, era la hora de salida de esa clase.

Luego me enteré que era algo “normal” que se fijara en una chica, que ya lo había hecho antes y que puedo “sacar provecho” según decían los rumores de pasillo. Así que cambié mi estilo de vestir por uno más conservador, iba lo más tapada posible, sentía que había perdido la libertad de ser yo misma en la Universidad.

En clase no podía concentrarme, sólo pensaba en cómo salir de esa situación, pero pasaba el tiempo y él no desistía. Un día al salir de clase recibí una llamada y era él, entré en pánico

—¿Cómo sabía mi número? ¿Dónde estaba? ¿Estaba acaso detrás de mí?

Comencé a ver para todas partes …me dijo

—Me encantaría verte, ¿Estás en la universidad?

Mentí lo más natural que pude

—Estoy fuera de Quito

Me dio tanto miedo que fui corriendo a la parada del bus para llegar a casa. Sentía que había perdido la voz, porque no importaba todas las negativas que le dijera o las acciones que tomara, él seguía insistiendo, sentía que estaba atrapada, cada vez más y más en lo profundo, que no podía salir o escapar de él; así que tomé una decisión fatal, decidí regresar con mi ex pareja para que él profesor se alejara de mí ,porque mi voz no era escuchada. Ese fue el paso para que me pasara algo mucho peor.

Después de que mi ex pareja con quien regresé para tratar de poner un alto al acoso, casi logra asfixiarme ; comencé a hacer nuevas cosas por mí; como ir a terapia de forma permanente, tomar clases de defensa personal para sacar toda las ira e impotencia que tenía por dentro, aprender a bailar nuevos estilos y a conocerme. Así empecé a recuperar mi autoestima, a expresarme sin miedos, y a reconocer la fuerza de mi propia voz.

Tanto tiempo me habían invalidado como mujer y persona, que de pronto, el actuar libre, en cada proyecto, en cada sueño, me hacía cada vez más feliz. Comencé a confiar más en mi misma y a reconocer mis propios logros por más pequeños que fueran, como míos…

Cuando empecé a escucharme a mi misma, descubrí que tengo la fuerza y valentía de hacer todo aquello que soñaba, que puedo salir del país a seguir estudiando y viajando que, aunque hay días grises en los que siento que no puedo más, me doy un respiro, descanso y continúo a mi propio paso.

Decidí que mi voz sea escuchada, aprendí a no callar aunque me hayan dicho que eso “no es de mujercitas” ni a aceptar el “calladita te ves más bonita” que nos dicen desde pequeñas; no más… ahora se escucha mi voz y digo ¡basta! a aquello que me hace daño o me lastima, en todo ámbito ya sea en mi casa, con amigos o compañeros.

Descubrí que quienes nos denigran, nos menosprecian y nos dejan sin voz, son aquellos que nos quieren sumisas, ahora yo decidí escuchar mi propia voz y hacerla oír también a otras mujeres, a mis amigas y a mi círculo más cercano, les digo que no se pierdan a ellas mismas por escuchar otras voces y lo digo también en mi casa, donde el machismo ha estado presente y nuestra voz no se escuchaba.

Necesitamos un espacio seguro donde podamos sentirnos acogidas, sin tener miedo a ser juzgadas o etiquetadas de “dramática”, “exagerada”, “buscona”, “interesada” etc., porque ese tipo de abuso no es “normal” como lo dicen para no tomar medidas y hacen que más casos se sumen y más historias se repitan.

Para cambiar esta dinámica machista, se necesita, brindar apoyo desde la fase 0, sin esperar a que lo peor pase, y peor aún a exponernos de forma física para que al fin nos crean. Crear una red de apoyo tanto para el proceso de acompañamiento legal como psicológico.

 

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