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Soledad

Nadie debería ser castigado por amar, ese fue el motivo por el que tuve que soportar todo tipo de discriminación y malos tratos.

La primera vez qué me hicieron sentir incómoda estaba en el preuniversitario, algunas personas nos miraban raro y murmuraban "ahí están las tortilleras".

Pronto los comentarios se extendieron, ya no eran solo mis compañeros también mis profesores entre indirectas y comentarios homófobos, opinaban sobre mí mi vida y mi relación.

Un profesor amigo de mi papá me sugirió que no debería juntarme con esas "amistades".

Otro profesor que en sus clases hablaba de diversidad, pero de una forma incomoda y despectiva, consiguió el cariño y atención de mis compañeros los que nos juzgaban, logrando que el ambiente de las clases se volviera más incómodo todavía.

Fue una época de mucho miedo por mis padres, quiénes siempre han sido muy tradicionalistas en su forma de pensar.

Me sentía sola e incomprendida. Mis amigos distorsionaron las cosas y pensaban que una manera de apoyarme era victimizándome, decían "que mi pareja me había cambiado, qué pobrecita, se han aprovechado de mí, qué me arrastraron a la homosexualidad".

El principio intenté que no me importaran los prejuicios, quería visibilizarme, pero pronto llegaron los insultos, cuando nos vieron tomadas de la mano en la calle nos amenazaron y me sentí en peligro, fue muy duro para mí, le pedí a mi pareja que en público no me toque.

Me preguntaba si ellos la gente que me criticaba tendrían la razón, sí yo era la rara, las ideas de suicidio me rondaban constantemente, mi padre llegó a saber que yo buscaba un psicólogo, también que había empezado a colaborar con la comunidad LGBTIQ+ y él muy preocupado me dijo, que no quería que me relacionará con "esa gente".

Mis compañeros por otro lado intentaron hacer terapia de conversión conmigo, según ellos querían salvarme, llegaron a poner estados en redes sociales donde decían que odiaban a mi pareja por cambiar mi orientación sexual, no me respetaban, no validaban mi relación.

Cuándo pasaba a exponer, o me paraba frente a la clase, se escuchaba como murmuraban sobre nosotras.

Un día fueron tan evidentes sus críticas que tuve que salir a llorar.

Busqué consuelo en mi tía pero ella enseguida le contó a mi mamá. Después de eso me alejé de todos, amigos, familia, puse a mi pareja en el centro de mi vida y creé una dependencia emocional muy fuerte.

Yo siempre había sido buena alumna, pero mi rendimiento bajó terriblemente, me quedé a supletorios en tres materias.

El dolor fue más profundo cuando la relación terminó, parecía que se hubieran armado dos bandos, el que le daba apoyo a mi ex pareja, dónde una de esas personas la manipuló y terminaron siendo pareja ellas, y otro grupo qué se suponía me respaldaba a mí, pero tenía la intención de cambiarme y volverme "normal" según ellos.

Todo el mundo me cayó encima, mi casa era un campo de batalla, me sentía perdida, un bicho raro, sentía que no merecía amor, qué no merecía nada, no tenía un camino.

Mi madre llegó a decirme que estaba bien, pero que nadie se entere.

Gestioné un cambio de curso, pensé que todo mejoraría porque ahí no me conocían, pero cuando llegué todo el mundo sabía mi historia a su manera y los murmullos continuaron.

Los chismes corrían y era muy difícil de sobrellevarlos, me enteré de los apodos que me habían puesto en relación a mi orientación sexual, pero también me decían "soledad" porque me aislé de todos, ya no quería entrar a clases, en cuanto se terminaba la hora, salía corriendo.

Llegué a sentir un miedo paralizante, una desconfianza profunda y me abandonaron las ganas de todo.

La postura de la universidad en papeles, dice ser "libre de discriminación", pero la verdad no es así, entre profesores era común soltar comentarios homofóbicos constantemente. Mi ex pareja lucho mucho por sus derechos y para que lo dejaran graduarse reconociendo el sexo con el que él se identificaba, pero lejos de reconocer su lucha le reprochaban, porque "por su culpa ahora todos tendrían que capacitarse en derechos".

La verdad es que la universidad no tenía protocolos para casos como el mío, pero he visto que hay una pequeña mejora y tengo esperanza en que las próximas generaciones, ya no van a tener tanto miedo como yo tuve.

En su momento recibí el respaldo de muy pocos amigos, sobre todo de mi mejor amigo qué es gay, actualmente, aunque me duele recordar lo sola que me sentía en ese momento, soy consciente de mi resiliencia, ahora no aceptó ninguna etiqueta.

Cuando miro atrás siento nostalgia, pero también alegría, nostalgia porque me hubiera gustado que mis padres me apoyaran; y alegría porque me siento orgullosa de mi progreso.

Me ha costado perdonar a mi yo de 17, 18 años que estaba triste y confundida, me digo "pudiste hacer tanto, pero te cerraste".

Yo siempre había estado encerrada en el mundo lindo que construyeron mis papás para mí, para ellos yo siempre había sido una "niña buena, inocente y obediente", y de pronto me volví una mujer rebelde, rara, compleja y complicada, pero todo esto me ha servido para sanar la relación con mi mamá, para saber qué puedo lograr mis metas, y finalmente, cuando terminé la universidad, me sentí profundamente libre.

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