Emily
Es posible que haya personas que creen que es una exageración, pero a mí me asombró la normalidad con la que otras personas lo trataron, pese que para mí fue una experiencia muy traumática.
Esto sucedió hace diez años, cuando me inscribí en el coro de la universidad, estaba muy contenta porque siempre me gustó cantar, y estar en el coro era uno de mis sueños.
Empecé a asistir a clases con mucho entusiasmo, pero pasó poco tiempo para que las cosas se pusieran incómodas y me hicieran sentir confundida y decepcionada.
El profesor nos daba las partituras y nos llamaba una por una para cantar junto a él, yo me ponía muy nerviosa porque cuando estábamos a solas él tenía la costumbre de tocarnos, la espalda, la cintura, el trasero… le pedí que no me toque, pero él contestó:
—Yo soy muy cariñoso con mis alumnas, ustedes son como mis hijas, tranquila tú eres mi niña mi chiquita.
Nos ponía en fila y pasaba por detrás de nosotras acariciándonos, abrazándonos, tocándonos del pecho y otras partes de nuestro cuerpo.
—Para que me extrañes, para que te relajes, eran sus justificaciones a estos actos.
Mis compañeras decían
— No te preocupes, él es así, es normal, nos manda mano, es que es viejito el pobre y además si vienes vestida así…
Empecé a vestirme con ropa holgada y el mismo jean viejo porque me decían que era yo la que “daba pie para eso”. Quería que no me vea, que me ignore, a veces no entraba a la clase y pensé en dejar el coro.
Cada vez me sentía más incómoda y nerviosa, él se disfrazaba de alguien amoroso, todo el tiempo me decía:
— Mi princesa, mi pequeña ¿Por qué te asustas?
Pese a todo seguía ahí, porque de verdad quería cantar, era mi sueño.
Un día nos invitaron a una presentación fuera de la ciudad, después de la cual nos llevaron a pasar la noche en un hotel, mis compañeros salieron por su lado, y yo me quedé con una amiga, nos dirigíamos a nuestra habitación y teníamos que pasar por la puerta del cuarto donde estaba hospedado el profesor, quien salió para invitarnos a pasar la noche con él.
Nos retiramos corriendo, muy asustadas, sin saber cómo responder.
Decidimos denunciar esta situación y la voz se corrió entre nuestros compañeros, enseguida se armó un gran bando de apoyo al profesor, y otro más pequeño de unos pocos compañeros quienes decidieron darnos su apoyo.
El grupo que apoyaba al profesor decidió evitar cualquier amonestación a él, corriendo el rumor de que los chicos que nos habían ofrecido su apoyo se habían robado cosas del hotel, y que mi amiga con quien habíamos vivido el acoso y yo habíamos sido vistas, embriagándonos y consumiendo drogas, que era normal que lo hiciéramos y que yo era una drogadicta. Nos dejaron claro que defenderían al profesor y darían su testimonio contra nosotros.
Yo no tomaba, no fumaba y nunca había usado drogas. Prácticamente quedé dé loca al protestar porque, aquel profesor decidió qué es normal tocar a las alumnas en sus partes privadas e invitarlas a pasar la noche en la misma cama.
Esto nos indignó muchísimo y con más fuerza decidimos poner la denuncia en bienestar estudiantil, de verdad esperaba encontrar apoyo, que nos escucharán, que lo botaran, que al menos lo amonestaran, era una persona que podía hacer daño a muchas otras mujeres.
Pero la respuesta que encontramos fue sumamente frustrante y dolorosa, nos dijeron claramente que nosotros teníamos las de perder si procedíamos con la denuncia, que nos expulsarían y al ser un estamento público, nos negarían el ingreso a cualquier otra universidad, nos quedaríamos sin estudios, que esto era mucho más grande que nosotros, y además nos prohibieron hablar del tema con la amenaza de que nos expulsarían si así lo hiciéramos.
Sentí tanta frustración, estaba indignada, me sentía molesta, tenía miedo, quería ser violenta y poner un freno, pero no podía, era como un granito de arena al que nadie tomaba en cuenta, me quedó claro que la universidad es más grande que todos nosotros, nos expulsaron del coro con las peores referencias a mis compañeros que nos habían apoyado, a mi amiga y a mí.
En ese momento no quería volver a cantar, ni a ningún otro coro, por suerte mis estudios no se vieron afectados porque eran ámbitos diferentes, mi mamá se enteró porque ese día llegué a casa llorando, ella me dio su apoyo me consoló y finalmente me sentí mucho más tranquila gracias a sus palabras. Pero con mis compañeros no hablaba de esto, muchos nunca supieron por qué dejé de asistir al coro, además las pocas personas que supieron, me decían cosas como:
— ¿Pero por qué no te defendiste? Era de que le patees, que le pegues, que te defiendas…
Yo misma me sentía frustrada pensando en lo que debía haber hecho, me costó volver a cantar por mucho tiempo estuve fuera de ese ambiente, y cuando pude volver, con mucho recelo, casi no hablaba con nadie, tenía miedo de interactuar, de que volviera a pasarme lo mismo.
Luego supe que este profesor tenía muy mala fama en otros coros, lo conocían porque había robado unas canciones, se emborrachaba y tenía conductas reprobables, sin embargo, siempre me resultó extraño que desde afuera pudieran notar lo que otros no podían ver de cerca, porque mucha gente de la universidad lo tenía endiosado.
Con el tiempo me volví más fuerte, antes lloraba al recordar, luego lo acepté y me liberé, sé que no me va a volver a pasar ahora soy más analítica y veo por donde transitar, incluso dónde caer.
He hecho algunos cambios en mi vida a partir de esta experiencia, cómo buscar lugares en los que me sienta cómoda, me gusta estar con personas que me aporten y me respeten, que me den mi espacio, qué crean en mí y podamos crear juntos.
Si puedo rescatar algo de esta experiencia es que junto a los compañeros a quienes nos expulsaron, hicimos una gran amistad, y seguimos haciendo música nos hacíamos llamar “Los locos sin clase” y conocimos gente muy linda, también me di cuenta de que existe gente buena que te apoya, creo que todos aprendimos algo, como que no pudieron apagar nuestra pasión por el arte.
Entendí que nadie me va a quitar del camino si lo que estoy buscando es ser artista.
Si bien esta fue una triste bienvenida al mundo del arte, ahora recuerdo a mis amigos y en lugar de ponerme triste siento que pese a las adversidades se pueden lograr las metas, ahora abrazo a mis amigos, me sacudo la arena que me quedó en el cuerpo y me quedo con el arte.
Narrativa, 1 de julio 2021