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El estanque

Te ves más linda cuando lloras,
No importa si te lastimo,
Me vas a perdonar si lo pido,
Vas a olvidar si te digo:
Te vez más linda cuando lloras.

Te vez más linda cuando lloras,
Da igual si es que miento,
Me vas a perdonar si lo pido,
Vas a olvidar si te digo:
Te vez más linda cuando lloras.

Te vez más linda cuando lloras,
No importa si te abandono,
Me vas a perdonar si lo pido,
Vas a olvidar si te digo:
Te vez más linda cuando lloras.

Te vez más linda cuando lloras,
Da igual si te engaño,
Me vas a perdonar si lo pido,
Vas a olvidar si te digo:
Te vez más linda cuando lloras.

Te vez más linda cuando lloras,
Cuando sientes culpa,
Cuando sientes miedo,
Porque te vas a quedar aquí,
Viéndote linda mientras lloras,
Viéndote linda para mí.


Suave, húmedo, viscoso
Se mueve, respira, palpita
Se retuerce ¡está vivo!

Sentía frío en su piel, estaba desnuda, flotando en una especie de vacío, pero no estaba sola. Levemente, comenzó a recordar, había algo… alguien esperando pacientemente en la oscuridad, nunca atacaba cuando estaba dormida, siempre esperaba a que despertara, aunque nunca abría los ojos, eso sabía que se había despertado. No pasaría mucho tiempo antes de que comenzara a atacar.


Ella siempre había estado ahí, no recordaba nada más, aunque comprendía que ese lugar no podía ser todo. A veces, se encontraba pensando en niños en la escuela, o una familia reunida en la comida, o la fiesta de fin de año, sabía que esas cosas existían pero no se recordaba a ella misma viviéndolas, no recordaba a su familia o algún amigo, su único recuerdo era la oscuridad que le rodeaba, que siempre le había rodeado, eso era lo único que ella había vivido, era lo único que conocía en verdad, lo demás le llegaba a veces en los sueños, largos y tranquilos, pero ajenos, sabía que no eran suyos, pero le gustaba observar. Ese pensamiento le tranquilizó, en unas horas podría volver a dormir y soñar, volver a ver el mundo de los otros, con luz y calor, lejos de ese estanque oscuro y de eso.


Escuchó un ruido, que venía del fondo del lugar, no sentía miedo, solo estaba cansada, era siempre lo mismo desde que podía recordar. Antes, aunque no recordaba hace cuanto, sentía mucho miedo cada vez que escuchaba ese ruido, pero con el tiempo se había acostumbrado, en la medida en la que alguien se puede acostumbrar a algo así. Ya no buscaba huir o defenderse, ya ni se movía; desde hace algún tiempo había dejado incluso de abrir los ojos, no tenía sentido, no se veía nada más que la oscuridad. Todo lo que pasaba lo sentía en el cuerpo, el dolor y el miedo, el cansancio y el asco, no tenía que verlo, con sentirlo bastaba.   


El lugar era una especie de estanque, una pecera, aunque sabía que no era agua en lo que flotaba, pero se parecía, sentía las corrientes atravesarle el cuerpo y las burbujas subiendo, aunque no se podría decir en verdad si iban arriba o abajo, al igual que las corrientes, todo parecía existir en desorden. Alguna vez intentó buscar la salida, aunque ya había pasado mucho tiempo de eso. Entonces, había recorrido el lugar completo, lo hizo durante mucho tiempo, pero era igual en todas partes, a veces un poco menos oscuro, pero se sentía igual: frío y con olor a encierro, así que se rindió. Había dejado de hablar también, aunque lo intentara el sonido nunca salía de su garganta, era como si el vacío lo absorbiera todo: la luz y el sonido.


¿Por qué tardaba tanto? Había estado despierta ya algún tiempo, pero nada pasaba, cuando se demoraba en comenzar era peor. Muchas veces había acumulado esperanzas de que todo se había acabado, de que eso había muerto, se había cansado o había encontrado otra presa, otro tipo de comida más agradable y que no iba a volver. Pero siempre volvía y mientras más se tardaba peor era su voracidad, más fuerte el dolor y más largo el sufrimiento. Una ira ciega se apoderó de sí, pero duró poco, ya sabía que era injusto, pero no iba a dejar de pasar porque lo supiera. Nada iba a cambiar su situación, así que decidió pensar en el sueño que había tenido antes.


Era una montaña silenciosa, iluminada, cálida y pacífica. De lejos se veía gente cultivando los campos o pastando animales, el resto del mundo dormía alrededor, era como si el mundo de esa montaña fuera todo lo que existiese. El aire olía a naranjas y a tierra mojada, no había nubes en el cielo y solo se escuchaba el ruido del viento, suave y sereno, la calma de la imagen se podía sentir en el cuerpo de quien miraba, todo estaba en armonía y paz, todo estaba bien.


Ella estaba ahí, al borde de la montaña, tenía 6 años, el cabello largo y ondulado, de un castaño rojizo que reflejaba el sol, la piel blanca, más amarilla que rosada, los ojos claros y vivaces, usaba un vestido banco y corto, sin mangas y holgado, llevaba un collar de plata con una media luna, alpargatas, un sombrero y un chal sobre los hombros. Se disponía a subir la montaña.


Era ella en el sueño, aunque el sueño no era suyo. De alguna manera se reconocía, pero no era ella en realidad, sino su versión del otro mundo, esa era ella si es que no estuviera en el estanque, esa era ella con luz. La persona del estanque no se parecía a esa imagen, su piel estaba gastada y seca, sus ojos se habían cubierto de una capa blanquecina provocada por la oscuridad, su cabello se había caído dejándole la cabeza cubierta por algo similar al musgo, su cara y su cuerpo estaban hinchados y no recordaba haber llevado nunca ropa, una versión más fina del musgo le había cubierto el cuerpo.  


Escuchó un ruido, fuerte pero lejos aún, había días en los que podía pasar en relativa calma. No sabía si eran días en realidad o solo horas, pero un tiempo considerable para ella y eso bastaba, tal vez incluso eran semanas, pero las sentía muy pocas. Además, ¿qué sabía ella del tiempo? Pensó en el sueño.


Había iniciado la subida y sentía que una gran ¿alegría? Le invadía, era como ¿esperanza? Entonces se dio cuenta que era muy importante cruzar la montaña, no solo llegar a la cima sino bajar del otro lado, lo importante era ¿salir?...
Otro ruido. Estaba más cerca.


Se tapó la cara con las manos, aunque aún sin eso no podía ver nada, el gesto le consolaba un poco. Entonces escuchó como se acercaba. En lo que le parecieron horas permaneció escuchando el leve siseo que producía eso al acercarse. El agua se ponía babosa y olía aún peor cuando llegaba, estaba ahí.


Sintió un roce suave en el pie, la textura de ese ¿tentáculo? Era áspera y babosa al mismo tiempo, era muy desagradable, el mal olor era casi insoportable. Sintió su respiración por detrás de la nuca, un aliento fétido e irritante que sentía casi le atravesaba la piel. Permaneció muy quieta y en silencio, sabía que era peor cuando eso notaba una reacción de ella, siempre era mejor aguantar y esperar a que hubiera terminado.


Los “tentáculos” le recorrían el cuerpo y le apretaban más fuerte, si bien no podía verse los moretones luego de esos encuentros, sabía que los tenía y en parte se alegraba de no poder verlos, sintió como que le faltaba el aire, la estaba asfixiando. Quiso llorar, pero se contuvo, sabía que eso haría que la arremetida fuera peor.


Sintió un dolor profundo en el vientre, le daba mucho asco. En ese momento sintió cierto agradecimiento por estar siendo asfixiada, ya que sin esa presión en el cuello probablemente hubiera vomitado en ese instante, probablemente eso lo sabía y por eso solía ahorcarla. El dolor se hizo más fuerte, sentía como se le desgarraban las entrañas, se sentía atravesada por un cuchillo oxidado y sucio, era como si su vientre se llenara de las peores alimañas del infierno. Quería que todo eso acabase de una vez, su cabeza pensaba en ratas llenas de sarna, nadando en un estanque de porquerías adentro de su vientre, tal vez había algo así adentro.
 

Después de un momento todo acabó. Sin embargo, como pasaba a veces, eso decidió ¿dormir? A su lado, si es que las cosas así pueden dormir. Sentía su respiración apagada, flotando en el vacío, la oscuridad y la putrefacción de ese sitio, nunca podía dormir cuando estaba allí, sentía miedo de que al estar inconsciente pudiera suceder algo peor, aunque no sabía exactamente qué o cómo podía existir algo peor. Aun así, para consolarse pensó en el sueño.
¿Por qué quería huir? Parecía un lugar bonito, había sol y luz al menos… pero no, no era lo único que había. Voces, había escuchado voces detrás, ¿quiénes eran esas personas? ¿Eran personas?


El monstruo comenzó a moverse, la presionó contra sí, ella ahogó una arcada al sentir ese contacto tan despreciable, la soltó, pero continuó flotando cerca en el estanque, lo suficientemente cerca para sentir lo que ella hacía e incluso a veces para saber lo que pensaba. Por unos momentos permaneció muy quieta, sintiendo un pánico estremecedor, tal vez eso sabía que ella había estado soñando, con espacios abiertos y con sol, sabía que había estado pensando en esa otra vida, y si lo sabía podía ser peor, muchísimo peor. Trató de calmarse, hace mucho que había aprendido a guardar esos espacios de su mente solo para ella, el monstruo no podía saber… no debía saber.


Sintió un cambio en el ambiente, se había despertado. No sabía hace cuanto estaba despierto, pero ¿cómo podía saber lo que estaba pensando? Se quedó muy quieta, el tiempo pasaba muy despacio. Entonces sintió una punzada en la cabeza, como un ruido ensordecedor que venía de adentro de su mente, no podía venir de otro lugar que, de eso, la estaba castigando por el sueño, la iba a castigar por sus pensamientos, por querer irse lejos aun lugar soleado, por querer irse de ese estanque, por querer ¿abandonarle?


Ella no podía irse de ese lugar, eso podría costarle la vida… pero ¿Estaba viva o muerta? No, aunque estuviera muerta no podía irse. Ese pensamiento pareció calmar el sonido, el monstruo parecía satisfecho. Sintió como se alejaba flotando, aunque no podía ir muy lejos, nunca se iba demasiado lejos.
 

Una sola persona, había una sola persona con ella en la montaña y esa persona le sonreía.


Se estremeció, la sonrisa era una sonrisa, pero no le generaba confianza. Aun así, esa sonrisa era parte del paisaje o era… ¿la sonrisa era el paisaje? Hizo un fuerte esfuerzo por recordar, por continuar el sueño, quería saber necesitaba saber.
El sol se estaba ocultado detrás de la montaña, el sol era la sonrisa y algo le abrigaba, se sentía aun feliz, pero era como si todo eso estuviera a punto de acabar. “Quiero cruzar la montaña” se oía decir a si misma. Pero ya no era una niña, ahora era una chica, casi una mujer. Y se veía preocupada, o se sentía preocupada, como si algo malo fuera a pasar. “No” dijo alguien que no podía ver, “no te puedes ir”. Y la luz se apagó.


Abrió los ojos sobresaltada, ¿qué había pasado? No parecía un sueño, parecía más un recuerdo ahora, sintió como un escalofrío de recorrió todo el cuerpo, no podía respirar y sentía ganas de gritar, aunque no podía, trató de distinguir algo en el estanque, pero no veía nada, el monstruo no estaba o al menos no estaba cerca, ¿debería intentar huir? “No seas tonta, nunca vas a poder salir” escuchó que se decía en su cabeza, “eres tonta, débil e inútil, no puedes salir”. No sabía si era su voz o la del monstruo, pero escuchaba cada vez más alto el pensamiento en su cabeza “¡estúpida… ridícula… dramática… puta!” gritaba la voz, “no sirves para nada” decía más alto, “nadie te quiere” exclamaba, “nadie nunca te va a querer” bramaba. “No puedes vivir sin mi” escuchó que le susurraba al oído, “no puedes”.

 
Comenzó a gritar, pero ya era muy tarde, sentía como la piel le quemaba, el monstruo estaba atacando, sentía como si le lanzaran piedras en el rostro y le arrancaran partes de la piel y el cabello con los dientes de una bestia insaciable, pero no moría, nunca moría por más sangre que brotara de su cuerpo, solo seguía ahí. El monstruo hacia unos ruidos espantosos mientras la hería, le dolían los ruidos casi tanto como la tortura física, a veces esos ruidos parecían palabras, finalmente quedó inconsciente.


Cuando despertó eso ya no estaba, sentía un dolor insoportable en todo el cuerpo y el olor de su sangre en el estanque, le consolaba la certeza de que, durante algún tiempo al menos, el monstruo la dejaría en paz. A veces incluso le ayudaba a sanar, la cuidaba cuando estaba muy débil y parecía que incluso se arrepentía. En esos momentos el agua del estanque era más clara y no parecía un lugar tan horrible, a veces incluso tenia la esperanza de que la situación iba a mejorar, empezaba a gustarle el estaque, con un poco más de luz a penas parecía un lugar más bonito, más ¿acogedor? Un hogar. Pero eso no era un hogar.
 

Se puso a recordar, el monstruo la había curado algunas veces, había dejado entrar luz en el estanque, no mucha, pero al menos no se veía tan desolador, a veces incluso se podían distinguir formas a lo lejos, había algo que se parecía a la montaña de sus sueños. La misma forma, lo recordaba bien, la montaña tenía una hendidura triangular en la cima, era inconfundible y la forma que se veía a lo lejos era ¡IGUAL!


¿Podía ser esa su montaña? Trató de moverse e ir en esa dirección, avanzó unos metros, pero el dolor era insoportable y al final se desmayó de nuevo.
 

Se levantó después de mucho tiempo, el monstruo estaba a su lado, parecía que la estaba cuidando. Ella no dijo nada, pasaron algunos días y como esperaba el agua se volvió un poco más clara, comenzó a ver la silueta a lo lejos y también se sentía más fuere, incluso el monstruo olía menos mal, las heridas comenzaron a sanar. No supo cuanto tiempo pasó, pero pasaba cada segundo de su tiempo pensando como acercarse a esa silueta sin que eso se diera cuenta, casi tenía esperanza. Llegar a la montaña era la forma de salir, estaba segura.
 

Así, cada día se movía un poco más en esa dirección, lo suficiente para que eso no lo notara, se tardó mucho tiempo, pero se acercó lo suficiente para confirmar que esa silueta tenía que ser su montaña, la montaña del sueño.
 

Había luz, estaba al pie de la montaña de nuevo, la subió sin problemas y desde la cima pudo ver un gran y extenso valle, lleno de flores y árboles, y un inmenso y cristalino río, no alcanzaba a vislumbrar el horizonte, pero sabía que ese lugar era enorme, incluso pensó que no tenia fin, era un lugar infinito, un lugar para siempre en el que no pasaba el tiempo y no había nada más, no necesitaba nada más. Se recostó en el suelo y sintió el olor de la hierba, el sol en su rostro y escuchó los sonidos de la naturaleza, nunca había sido tan feliz como en ese momento, entonces escuchó una voz, muy suave, como si la montaña estuviera hablándole al oído: “Quédate aquí, quédate para siempre, soy infinita y soy para siempre, soy todo lo que necesitas”. Una pequeña incomodidad le golpeó en el estómago “todo lo que necesitas”, por un momento sintió que se ahogaba, pero respiró profundo y se durmió dentro del mismo sueño.
 

Pasó muchísimo tiempo así, dormida. Tanto tiempo que el río se volvió oscuro y comenzó a contaminarse, el agua se desbordó e inundó el valle hasta que poco a poco alcanzó la cima, aun así, ella no se dio cuenta, escuchaba a la montaña hablar a veces: “Soy todo lo que necesitas”, “solo podrás ser feliz aquí”, “no tienes que ir a ningún lugar”, “no puedes ir a ningún lugar”. Cuando la montaña hablaba sentía miedo, pero siempre se convencía de que no era miedo, de que era feliz en la montaña, con el hermoso paisaje, con el agua cristalina, con el sol.

 

Nunca admitió que tenía miedo, tenía miedo de abrir los ojos, en parte porque había dejado de escuchar a los animales y al viento y en su lugar, se oían el agua sucia cada vez más cerca, en parte porque había dejado de oler las naranjas y ahora respiraba cada vez una pestilencia creciente, y en parte porque sentía que el césped de había secado dejando lugar a una roca dura y fría. Pero principalmente porque tenía miedo de abrir los ojos y comprobar lo que era ahora ese lugar.
 

El monstruo la veía dormir inquieta, la veía con sus ojos grandes y e inyectados de sangre, la veía desde un rincón y aunque estaba aun oscuro, cuando ella abrió los ojos también lo pudo ver a él.
 

Eso hizo un ruido entonces, algo quería decirle, pero no lograba entender, la voz era calmada e incluso amable, no entendía sus palabras, pero parecía una especie de disculpa, incluso parecía que estaba llorando. Escuchó ese ruido durante algún tiempo y volvió a dormir.
 

Estaba en el estanque, cuando comenzó a ser un estanque, para cuando se animó a abrir los ojos todo estaba bastante cambiado y el monstruo ya estaba ahí, aún lejos, pero estaba. Después de un tiempo se acercó. Ella había pensado que el monstruo también estaba atrapado en el estanque, por eso se compadeció de él y le permitía estar cerca, a veces escuchaba sus rugidos, aunque no entendía nada, parecía que eso se alegraba de no estar solo. Con el tiempo, no solo se alegraba de no estar solo, sino que le exigía que le acompañara, a veces se enojaba y gruñía muy fuerte, a veces lloraba asegurándose de que ella lo viera para que se sintiera culpable, a veces golpeaba o destruía cosas, aun así, ella pensaba que el monstruo no era malo, pensaba que incluso si era lista podía hacer que el monstruo le ayudara a reconstruir la montaña. A veces el monstruo evitaba que se moviera, con un “abrazo” afectuoso y hacía que permanezca a su lado por horas, y a veces ella también se quedaba ahí porque se sentía feliz de que el la necesitara.
 

Y con el tiempo, el estanque se hizo más oscuro y el monstruo quería más, y la montaña le hablaba dentro de su cabeza “no necesitas estar en ningún otro lugar” “no puedes salir de aquí”. Así, se fue olvidando de cómo llegó ahí, tal vez para sufrir menos, tal vez para salvar el recuerdo que ese hermoso lugar y con la esperanza de que algún día volvería a ser igual, como por arte de magia algún día todo estaría bien de nuevo.
 

Se despertó, ahora el monstruo dormía, lo miró con compasión, algo era cierto, el monstruo también estaba atrapado ahí.
“Cuando llegues a esa montaña vas a ser muy feliz”, eso le decían unas voces lejanas dentro de su cabeza, “sin ir a la montaña tu vida no estará completa”, “si no logras llegar a esa montaña no eres nada”, “cuando llegues a la montaña no salgas nunca”.

 

El monstruo estaba despierto ahora, aunque no, no era exactamente un monstruo. Eso era una especie de persona, con un disfraz que el miedo había magnificado en su imaginación, era una persona atrapada. Ella le habló, con calma y ternura “debemos salir de aquí, estamos atrapados”, el rostro de eso estaba triste, solo negó con la cabeza, ella insistió “debemos salir”, el monstruo le tomó la mano y negó con la cabeza, sintió miedo, la expresión le había cambiado, estaba molesto.
“No debes salir de la montaña, debes hacer todo por quedarte ahí, ese es el mejor lugar.”

 

Eso también estaba atrapado ahí, pero no quería salir, no quería que ella saliera. Ella pensó en escapar, irse sola, pero como si le hubiera leído la mente la aprisionó entre sus extremidades y trató de asfixiarla.
 

“Es mejor morir que salir de la montaña.”
Ese fue su último pensamiento, el recuerdo de aquello que había escuchado muchas veces. Y sí, estaba segura, era mejor morir que salir de la montaña.



 Y tú ¿cuánto más vas a esperar para salir de la montaña?

 

Cynthia Tapia             

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