LA NIÑA
Hubo una vez una pequeña niña que, con cara asombrada y el corazón triste, llegó a la gran ciudad. Victoria se llamaba, pero con qué pesos cargaba este pobre inocente criatura que apenas con 8 años de edad le había tocado vivir momentos muy duros: un intento de violación por parte de su tío, el abandono por parte de su madre. Pero aun así tenía la mirada de ilusión de poder compartir y vivir en unión con sus hermanos, su padre y su madre una nueva etapa con la curiosidad de la gran ciudad.
Transcurrían los días alegres y contentos. Tenía a sus hermanos y podía olvidar junto con ellos los tormentos que había vivido. Pero en su mente de niña quería experimentar y vivir la alegría, lo que lamentablemente no sucedería. Extrañaba a su abuela, sus primos y sus primas (no a sus tías porque ellas nunca estuvieron en sus momentos de alegría). Sin embargo, al transcurrir los días, una sombra en su corazón le cubría. Su madre no podía con la rebeldía de esta pequeña niña. Ella le lloraba y siempre le discutía que quería volver a su tierra querida porque sentía que su madre no la quería. La mamá de la niña tenía todo en sus manos para complacerla, pero nada era suficiente. Lamentablemente en su corazón se había sembrado la duda, el desamor producto del abandono que había sufrido.
“Victoria es rebelde, Victoria es malcriada”, decían quienes no la conocían ni sabían lo que había pasado la pobre niña. Nadie sospechaba que Victoria por las noches lloraba recordando las manos de aquel agresor que recorrían por su pequeño cuerpo. Por las noches, Victoria lloraba porque extrañaba a su abuela que tanto la quería y ya no la veía. “Victoria es malcriada”, era lo que todos pensaban.
Cierto día, Victoria, en su afán de volver a los brazos de su abuela y a su pequeña tierra, huyó de la casa. ¡Oh, Victoria! Victoria creía que con cincuenta centavos podía viajar tan lejos. Ilusa de ella. Victoria sentía que no la querían o por lo menos creía que su mamá nunca la aceptaría por ser tan rebelde. Pero no sabía lo que en verdad sucedía en el corazón de esa madre que, angustiada y sin saber cómo llegar a su hija, lo único que hacía era alejarla. El día que Victoria huyó, su madre estaba totalmente desconcertada, destrozada, devastada. La buscó y la buscó y al fin la encontró en el terminal de buses. Ese encuentro realmente marcó el inicio de la verdadera historia de aquella niña que llegaba a la ciudad con el corazón en la mano.
Su madre le pidió perdón, la abrazó y le dijo que nunca más volvería a sentirse abandonada. Que desde ese momento en adelante caminarían juntas y nunca más se separarían. Victoria, al sentir el abrazo de su madre y sentir las palabras y secar las lágrimas, decidió quedarse y darle así una oportunidad más a la vida.
Y colorín colorado... Victoria el día de hoy es una mujer fuerte que todavía atesora a la niña... a esa niña rebelde, a esa niña malcriada.