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Me sembraron miedo, me crecieron alas

Soy bastante buena redactando textos académicos; sin embargo, cuando se trata de hablar de mi vida personal no me salen muy bien las palabras. Pero quiero contarles mi historia.

Mi padre fue un hombre alcohólico y abusador. Golpeaba constantemente a mi madre y a mi hermano. Metía mujeres en casa y obligaba a mi madre a pagar todas sus salidas, mujeres y borracheras. Mi madre, para no generar conflictos, siempre decía que se había golpeado, que se había caído... de esas excusas que crees un par de veces, pero no más. Nunca fui consciente de los maltratos, porque mi padre a mí nunca me los propiciaba. Mi padre se fue de la casa, a días de mi cumpleaños número ocho, vaciándola por completo y yo, en mi ingenuidad de niña, culpaba a mi madre por este abandono. Tuve problemas en la escuela (desmayos y ataques), al punto que los maestros pensaban que era una niña epiléptica.

Con el abandono de mi padre, fuimos por un tiempo a vivir a casa de mi abuelo, quien empezó a cumplir el rol paternal. Un par de veces vi a mi padre fuera de la casa de mi abuelo y sentí miedo.

(Aquí cierro esta parte de la historia, porque el resto de recuerdos son los que me ha ido contando mi mamá)

***

 

Creo que, a pesar del abandono de mi padre, fui una niña feliz. Crecí en un ambiente de amor y cuidados. Mi abuelo, en su rol de padre, completó esas carencias. No pensaba en mi papá, la verdad. Mi mamá se encargaba de proveer económicamente, nos premiaba cuando sacábamos buenas notas... Pero, la verdad, no recuerdo si recibía amor de manera física de su parte (abrazos, caricias. Besos...). A pesar que mi padre y su abandono no era un tema recurrente en mi vida, un día (creo que estaba cerca de cumplir los quince años), una de mis primas hizo un comentario ofensivo a mi hermano (le dijo que mi papá nos abandonó porque él era “negro”) y que no nos quería. Fue allí que empezó mi necesidad por buscarle y saber cuál era su versión. No recuerdo exactamente cómo fue, pero logré saber dónde trabajaba. Así que fui en su búsqueda y cuando lo hice esto generó bastante malestar sobre todo en mi abuelo.

(Aquí voy a cerrar este capítulo porque con mi abuelo no viví ningún tipo de violencia; pero, ahora que soy adulta, estoy consciente que la ejerció contra mi madre... si bien no física, fue una violencia sistemática)

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Durante mi adolescencia, fui rebelde. Empecé a beber entre los 15-16 años. No llegaba a la casa a dormir, mi mamá y mi abuelo me buscaban en parques, moteles, discotecas... y hasta en las morgues. Una vez me desaparecí más de un mes, causando mucha angustia a la familia. Allí comenzaron los problemas con mi hermano, con quien las peleas ya eran incluso físicas (creo que, actualmente, ese tema se está superando).

Siento que el abandono de mi padre hizo que durante mi adolescencia busque afecto externo. Eso me hizo siempre normalizar la violencia y escoger malos hombres en mi vida. Los abandonos eran constantes y yo rogaba que no lo hicieran. Salía con “amigos” del barrio solo por conseguir licor y sexo. En una de esas salidas, empezó una de mis historias de terror.

Después de haber bebido en el parque con mis “amigos”, subía con uno de ellos para la casa de mi abuelo. Cerca al lugar había un potrero. Ya era de noche y estaba bastante oscuro. De entre los matorrales, salieron dos tipos que golpearon a mi acompañante y me internaron en el potrero. Uno de ellos me violó y me dijo que si contaba a alguien lo que pasó me iba a acordar de él. No sé qué me protegió ese día, como tantas otras veces, que me dejaron con vida. Nunca conté lo ocurrido en casa porque tenía miedo que me digan que “era mi culpa por pasarme solo tomando, en la calle, con hombres”. Y, de alguna, manera, yo también anulé ese recuerdo y no lo volví a topar hasta hace aproximadamente unos cinco años atrás.

(Cierro aquí para volver más adelante con este tema)

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Transcurría así mi adolescencia, entre tragos, salidas y sexo sin discriminación. Mi familia incluso decía que iba a salir embazada y no iba a saber de quién (me causa alivio que eso no pasó). Llegó el inicio de mi juventud y mi abuelo falleció días antes de mi cumpleaños número 20. En ese momento, mi mundo se vino abajo (cuando mi abuelo estaba con vida no me faltó nada y cuando se fue... me faltó él). Mi rebeldía se intensificó: bebía más seguido, buscaba más hombres para tener sexo. Pero también tuve “relaciones de noviazgo” (en las que me engañaban y yo también engañaba). Una de esas relaciones fue con un chico que, al darse cuenta que lo estaba engañando, me dijo que escoja si me quedaba con él o con “el otro”. Y lo escogí a él.

Con el paso de los meses, pensé que todo estaba olvidado porque nos la llevábamos bien. Un día, mientras fumaba, empecé a sentir náusea y los senos duros. Me hice un examen de sangre y salió POSITIVO, estaba embarazada. Pero, a mis 20, no estaba en mis planes tenerlx (no tenía estabilidad económica y no amaba a este chico, simplemente una criatura no estaba en mis planes). Así que le comenté a este muchacho mi decisión de realizarme un aborto. Pensé que él estaba respetando mi decisión, porque nunca hizo un comentario, ni positivo ni negativo, al respecto. Después del aborto (que fue una situación bastante dolorosa y traumática), él y yo seguimos como pareja algunos meses. Pero, un día, en una fiesta que se hizo por su cumpleaños en su casa, bebió demasiado y, cuando ya se fueron todos los invitados, me golpeó, me rompió la ropa hasta dejarme semidesnuda y me mandó sacando, gritándome que era un ser humano despreciable por haberle quitado la vida a su hijo.

Su madre me prestó una cobija, salió al garaje, prendió el auto, me hizo subir, no hablamos nada durante el trayecto y me dejó en mi casa. Esa fue la última vez que supe de él y su familia.

***

 

Meses después, conocí a un chico con el que tuvimos una relación bastante larga. Pero decidí terminarla cuando supe que me estaba engañando. Aunque parezca irónico, cuando le dije que ya no quería estar con él, me amenazó con suicidarse y se sentó en la vía del Trole. Su hermano me pedía que hable con él, que no lo deje; pero, no sé si fue insensibilidad, solo alcancé a decir “si se quiere matar, que se mate” y procedí a retirarme e ir a mi casa. Él me buscaba constantemente y yo, en mi afán de que no me busque más, me metí en una relación con un amigo de él.

Y ese fue uno de mis infiernos más grandes. Al principio, nos la llevábamos bien. Parecía que había mucho amor entre nosotros y decidimos empezar a vivir juntos. Pero, con el paso del tiempo, empezó a alejarme de mi familia (no visitaba a mi madre, no me dejaba hablar con mis primxs, me hacía bloquear amistades de redes, me dejaba en la universidad y se quedaba hasta que yo saliera, al punto que decidí dejarla...). Un par de meses después de empezar a vivir juntos, él comenzó a beber casi a diario y, como se dice vulgarmente, “hasta el vómito y la inconsciencia”. En una de esas borracheras, llegó a casa, me tildó de “puta infiel” y me golpeó. Al día siguiente, yo decidí regresar a mi casa. Él llamaba borracho, insultaba a mi madre, a mi hermano, a mí...

Pero la codependencia y el no querer seguir siendo abandonada, me hicieron perdonarle. Un día vino a mi casa, me pidió que le perdone, me dijo que iba a cambiar. Y le creí. Volví a vivir con él y, al poco tiempo, en una de sus borracheras, llegó a casa, puso candado en la puerta y me golpeó bajo el mismo discurso de “eres una puta infiel”. En esta ocasión, me golpeó al punto que casi me mata. Aprovechando que se quedó dormido, después de todo su desfogue, le llamé a mi papá y le pedí que vaya con policías y me saque de ahí, a lo que él alcanzó a decir “voy, pero no vuelves nunca más con él” (obvio, no iba a volver... solo quería que me salven de ser una cifra más). Mi padre llegó, los policías rompieron el candado. Él se despertó y dijo que no había hecho nada, que “seguramente yo me había autolesionado para que le metan preso”. Los policías le sacaron del cuarto hasta que yo sacara mis pertenencias. Una vez que lo hice, me preguntaron si iba a poner denuncia para llevarlo detenido (es que los moretones, la sangre, la hinchazón de rostro y cuerpo era bastante visible). Yo dije que no, que solamente quería salir de ahí y que no quería que él me busque más.

Tiempo después me buscó diciéndome que tenía cáncer y que quería que le perdone y que intentemos una vez más... pero no iba a volver... tal vez si lo hacía, en esa ocasión sí me mataba.

(Cierro esta historia)

***

 

Con esta experiencia, un par de años decidí seguir mi vida sola. Tratar de dejar de ser codependiente y hacer mi vida. Pero, un día, conocí a una persona que ni me imaginaba iba a ser igual o peor. No hubo maltrato físico, pero me hizo vivir la historia de horror más desesperante, de las que no se la deseo a nadie.

Cuando conocí a este tipo, me parecía que era fresco (mi mamá siempre me decía que algo no le gustaba y yo nunca le hice caso, incluso teníamos discusiones permanentes por ese tema). Con él, me fui a vivir casi inmediatamente de haberlo conocido. Pero los problemas no tardaron en aparecer (problemas que yo no los veía como tal). No tenía trabajo constante y era yo quien mantenía el hogar (pagaba arriendo, servicios básicos, comida, pasajes y su vicio del tabaco... sí, yo también fumo, pero hasta eso le pagaba porque no fumaba los mismos tabacos que yo). No había maltrato ni físico ni verbal, no veía el maltrato sistemático. Creía que todo estaba bien.

Pasó lo del terremoto en el país y conversé con él sobre la necesidad de volver con mi mamá. Él no se hizo problema. Volví con mi madre y nosotros manteníamos la comunicación, nos veíamos (yo seguía pagando las cosas de la casa aun sin vivir con él). Aproveché ese tiempo para volver a la universidad y terminar la Carrera. Una vez finalizada, un año y un poco más después, volví a “mi hogar”. No pasaron ni dos semanas de mi retorno cuando un día, que estaba almorzando en casa de mi mamá, me escribieron a decirme que lo habían arrestado: ABUSÓ DE UNA MENOR DE EDAD (una niña de nueve años).

Este capítulo en mi vida me mató. Cuando leí el parte policial de lo relatado por la niña en la Cámara de Gesell, se me vino todo abajo. La niña decía palabras que solo yo conocía de él. Recordé que, el día de lo sucedido, pasaron cosas bastante raras (esta historia es bastante larga) y solo le agradezco a la vida que ELLA, ESA NIÑA, nos protegió y nos mantuvo vivas a las dos. Días después, fui a verlo a la cárcel antes de su traslado y, entre toda mi ira, mis gritos, mi odio, alcancé a decirle “¿tú sabes lo que siente una mujer abusada, una mujer violada?... ¡A MÍ ME VIOLARON!”. Él nunca dijo “sí lo hice”, “no lo hice”. Solo alcanzó a decir “debiste haberme contado eso antes”. Sentí el asco más profundo que alguien se pueda imaginar. Ni sentir pasar a las ratas por mis pies, me causó esa sensación. Salí de ahí diciéndole que esperaba que le hagan lo mismo y que le maten (él ahora está libre y yo espero que no les haga daño a más personas).

(Mientras él estaba encerrado, yo me iba enterando de cosas de su vida... realmente no le conocía)

Una vez afuera, no pude aguantar más. Mi madre, que estaba esperando en una esquina, me miró y yo solo le dije “A MÍ TAMBIÉN ME VIOLARON”. No puedo explicar, sinceramente, lo que sintió mi madre porque ella es muy poco expresiva. Pero me dijo: “debiste haberme contado, yo le mataba”.

Desde ese día, empezó mi calvario. Tenía pesadillas constantes, venía a mi memoria lo que me había pasado. Veía a la niña y me veía a mí rogando solamente que nos dejen vivas. Un día, ante tanta desesperación, le dije a mi madre que me acompañe a buscar ayuda profesional, que estaba pensando en que la única forma de salir de ese dolor era suicidándome (no tenía pensadas formas, solo pensaba en el suicidio como “salida”).

Este acontecimiento hizo también que me acerque al feminismo de dos formas. Por una parte, hubo un feminismo que me juzgó, que me trataba de “cómplice”, que “yo sí sabía lo que él hacía” (en una ocasión, una feminista me quiso golpear en un centro comercial), hubo un feminismo que me dio la espalda cuando pedí ayuda. Pero también hubo un feminismo que me contuvo, hubo mujeres que, sin ser feministas, lloraron conmigo, estuvieron conmigo y hasta ahora me fortalecen en el camino. Sí... UNA SE HACE FEMINISTA POR SU PROPIA HISTORIA.

 (Aquí cierro este tema para contar cuál es mi situación actual más adelante)

***

 

Estas relaciones no han cambiado el hecho que quiera tener un compañero de vida, realmente comprometido con lo que ese significado abarca. Pero me han hecho más desconfiada, más fría incluso en la manera de expresar sentimientos. Acabo de cerrar una “relación” con un muchacho que, en realidad, no aportaba nada en mi vida. En lugar de hacerme crecer, me traía más dudas. Me duele porque, como todas mis relaciones, fue un malagradecido. Pero agradezco que el ciclo se haya cerrado a tiempo y yo no me veo afectada por sus conflictos.

***

 

MI SITUACIÓN ACTUAL

Actualmente, estoy con terapia siquiátrica-sicológica. Tengo un diagnóstico de ANSIEDAD ANTICIPADA que puede devenir en depresión y bipolaridad. Me medican para controlarme.

He cambiado de círculos sociales, me mantengo viva y sana gracias a lo que amo hacer y, a pesar que mi vida no ha sido nada fácil, me la lucho a diario. Tengo a mi madre conmigo y, cada vez que veo su rostro, doy gracias por su contención (que, si bien es cierto no es a través de los sentidos, su sola presencia me hace fuerte). Su presencia me hace recordar a diario que ME SEMBRARON MIEDO, ME CRECIERON ALAS.

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