NO SON ESTÁNDARES ALTOS, SON SIMPLEMENTE ESTÁNDARES
Ese momento se vivió en cámara lenta. Yo no podía creer que la persona que yo amaba, esa persona que había sido tan buena conmigo, me estaba golpeando. Y sí, ya lo sé, no vi las red flags que ahora, en retrospectiva, me las encuentro como ratón al queso. Muy celoso y de manera frecuente cuando no le estaba prestando atención porque estaba haciendo otra cosa como trabajo o estudio. Me arrancaba de las manos lo que estaba haciendo y lo lanzaba. También me hizo creer que sincronizó su celular con mi Google Maps por precaución, porque vivimos en una ciudad muy violenta. Pero, viéndolo bien, solo quería saber dónde estaba en cualquier momento.
Nadie quería darle trabajo -según él decía- por ser extranjero y no hablar bien el idioma. ¡Patrañas! El que quiere trabajar busca una manera. Recuerdo una conversación nuestra:
Él: “hagamos una cosa, yo seré amo de casa y tu trabajas”.
Yo: me parece bien, pero tienes que mantener limpia la casa y la ropa.
Podía vivir con eso. En fin, que a mi trabajar me encanta. Duró dos días. Se enojaba cuando yo volvía del trabajo y el aún estaba dormido. Se enojaba porque yo iba a dormir a las nueve de la noche porque tenía que madrugar y decía que yo no quería pasar tiempo con él desde que conseguí ese trabajo. Todo estaba desordenado, no había comida y él dormía todo el día. Según yo aún tenía esperanzas de que cambie, porque el amor era más fuerte que la razón. Cuando me senté a hablar con él sobre esto, solo tomó la posición de decirme “solo quieres tratarme como esclavo”.
Entonces así, desempleado sin nada que hacer, salía a la calle con la excusa de buscar trabajo y conoció “amistades que nos cambiarían la existencia”. Empezó a consumir cocaína. En un intento por demostrarle que yo sí lo amaba, también empecé a consumir. Desde ese momento, ambos cambiamos nuestro temperamento. Era una tormenta, siempre andábamos de mal humor y gastábamos mucho dinero. Es importante que les diga que no era mi dinero, era el que su mamá le enviaba desde el extranjero. Empezó a tener mala higiene -al fin y al cabo, no hacía nada-. Entonces, yo ya no quería intimar. Incluso le dije por qué, pero él decía que seguro yo ya tenía “otra víctima”. O sea, él siempre se vio como una víctima mía. Bueno, volvamos al momento en el que me estaba golpeando. La excusa se preguntarán: yo no quise darle la clave de mi tarjeta para sacar dinero para comprar más sustancias (para este entonces, yo ya había dejado de consumir porque siempre mi trabajo ha sido muy importante y eso me impedía hacerlo bien).
Al final de esta escena triste e iracunda, lancé un hechizo sobre él para que no pudiese volver a ser una persona completa y eso incluía a sus hijas (lo sé, mi error, ellas no tenían nada que ver). Lo boté de mi casa y terminé esa relación. Me seguía buscando por cualquier lado ya que lo tenía bloqueado. Me escribió por Google Fotos (ni siquiera sabía que se podía hacer eso). “Todo es mi culpa, perdóname, algo me está siguiendo, mi hija fue atropellada, todo está de cabeza y sé que fue lo que tú me hiciste. Quiero volver contigo, intentémoslo de nuevo”, a lo que respondí que yo había actuado desde la ira, ya que nunca hago hechizos en contra de las personas. Soy un ser de bondad, pero en ese momento no era yo. Obviamente, no volví con él. Ni siquiera volví a hablarle. Cambié todo: números, contraseñas, accesos. Todo.
Yo sabía que nadie, por ningún motivo debía pegarme y que huyera de ahí si pasaba. Así que sí: los carteles y promociones en contra de la violencia de género sí ayudan, si llegan a las personas cuando lo necesitamos. Recuerdo que lo leí en alguna parada de autobús: “Yo soy feminista pero maltratada al mismo tiempo, no sé tal vez solo idiota, ya no creo en el amor”. La separación fue muy difícil, aún lo amaba con todo mi ser y ahí empecé a hacer la retrospectiva: seguramente él solo necesitaba alguien que lo mantuviera y que le haga sus cosas. Él solo buscaba una mamá. Pues yo no pude ni quise hacerlo.
Soy una mujer bonita, con valores, con dones hermosos que el universo me ha regalado, títulos varios, muy estudiada. Muchas personas me decían: “ojalá pudieras verte a través de mis ojos”. Pero yo no me quería y esta separación no ayudó, significaba que nadie era capaz de amarme por mí a la final (ni mis propios padres lo hacían, nunca fui suficiente para ellos).
Ha pasado un año desde aquel acontecimiento y estoy consultando una psicóloga que me ha ayudado muchísimo. Entendí que perdonar no era volver con él, sino dejarlo ir. Me diagnosticaron síndrome de estrés postraumático, aparte que ya tengo un diagnóstico previo de depresión clínica... ¡Puf! Aún sigo soñando y me despierto asustada. Pero sigo trabajando en mí, en mi amor propio y en perdonarme.
Una vez le conté esta historia a alguien y me dijo: “tanto drama porque te pegó SOLO UNA VEZ” ¿Se supone que debía esperar que me hiciera esto más veces? Solo pude pensar lo normalizada que está la violencia en este país y me da tristeza.
Aún sigo en recuperación. Acuñé otra adicción menos mala que la cocaína, pero mala igual. La dejé, ha pasado tanto en este año... casi todo como cliché. Adicción, depresión, tormenta mental, llorar por ayuda en medio de la noche, correr a comprar lo que me hacía no sentir más. ¡Qué les puedo decir! Esta historia sigue porque aún no me siento completamente sana y, aunque no quiero volver a saber del amor, el lado bueno es que me amo, me alabo mis logros así sea sola, me agradezco y le agradezco al universo cada día porque me pude levantar de la cama, porque pude comer, porque me pude bañar, porque no me puse eso... parecen cosas bobas, pero son difíciles de hacer algunos días. Un día a la vez. Les dejo una frase que aprendí: “No son estándares altos, son simplemente estándares”.
-the witch doctor