PALABRAS GOTA A GOTA
¡¡HOLA!!
Extraña forma de iniciar una historia: un “hola”. ¿Alguna vez se preguntaron la importancia de esta palabra?
“En mi opinión la voz hola viene del griego οὖλε (úle), salve, tipo imperativo del verbo οὒλω (úlo), estoy sano, que utiliza Homero en su obra Odisea (canto 24, verso 403) para saludar”.1
Como pueden ver, “hola” es una palabra sencilla pero que encierra un significado un poco más profundo ya que presenta la palabra “salve” del verbo estoy sano… Es decir que, siempre que decimos “hola”, afirmamos que estamos sanos, algo que nuestro corazón y nuestra mente necesita: saber que deseamos, trabajamos y afirmamos que estamos sanos. Así que, quiero empezar diciéndote ¡HOLA! ¿Puedes tú saludarme igual, para saber que estás bien? ¡Me agradaría saber que es así!
¡¡Hola!!
Esta es la historia de un alma sin cuerpo y de un cuerpo lleno de luz de fuego, que algunas gotas de lluvia o tormenta fueron apagando. Gotas invisibles, gotas impalpables, gotas que nadie cree que existen; solo que este cuerpo sin alma y esta llama de fuego pueden ver, pueden sentir.
Nadie se salva de ser lluvia o tormenta para otros o para sí mismos; pero sí se puede decir en dónde, con quién y el por qué dejamos que otros apaguen nuestra llama, nuestra luz…
Esta es la historia de Paty Patosa
(Sí, igual a la película Chicken Litte... ¿Por qué creen?)
Paty Patosa era una niña revoltosa, tímida, pero muy divertida. Tiene cinco, casi seis años.
Se divierte en los hombros tambaleantes de su papá, sonríe y la pasa bien pensando que es un juego -su papá es alcohólico-; y, mientras ella se divierte pensando que es un juego, su padre lucha por caminar derecho para no votarla. Él no es un mal padre o un mal hombre; por el contrario, es un ser humano dulce, cariñoso, humilde, pero encerrado en el vicio. Él es su héroe. Lo perdió a los nueve años, debido a este vicio. Fue la primera gota sobre la llama de fuego en su ser. Paty Patosa quedó sola con su madre, una mujer muy fuerte -eso aparentaba- , trabajadora, honesta; pero poco cariñosa, formada bajo el estricto régimen de la agresión física, emocional y social. Esto hace pensar que es una mujer con formas de crianza muy rígidas y bastante alejadas de la comprensión.
Paty Patosa, la niña revoltosa, vive en un lugar multifamiliar y tiene muchos vecinitos, entre ellos un niño de seis años quien aprendió un juego: explorar el cuerpo de la niñas. Un día, “jugando”, Paty Patosa se convirtió en la agredida y él en el agresor sin saberlo. Ninguno tenía el conocimiento sobre su cuerpo o el respeto por el cuerpo propio o ajeno. El agresor -sin saber que lo era- aprendió esta conducta dentro de su hogar, por lo que para ambos era solo un juego... solo eso.
__________________________________________
Una noche, escuchó en el patio un gran alboroto. Escuchó a la mamá de
de otra niña quejarse con la madre del “agresor” , que había tocado a
su hija indebidamente. La madre del “agresor” lo golpea preguntando si esto era verdad. Paty Patosa solo se limitaba a decir detrás de la puerta: “sí es verdad, así se juega al doctor, a mamá y papá”. Ella aún en ese momento no comprendía por qué lo golpeaban. “¿Era acaso malo jugar con tus vecinos? ¡nunca se golpearon o lastimaron! ¿era acaso malo jugar?”. Sin entender bien qué pasaba, Paty Patosa iba a salir a decirle a esos adultos que solo era un juego, que estaba bien; pero, en ese momento, escuchó decir que era algo malo y que era pecado jugar así y ver la golpiza al “agresor”… no dijo nada, nunca nada a nadie; principalmente a su mamá, porque seguro le pegarían por jugar así. Esa fue la segunda gota en su corazón: “ Soy mala y mal portada por jugar así”.
El sentimiento de culpa la embargaba, la hacía sentir responsable. Con el tiempo fue escuchando a los adultos decir que la mujer que deja que toquen su cuerpo, las que tienen novio, las que dejan que los niños las besen, las mujeres que se dejan ver debajo de la falda son malas, indecentes, seguramente prostitutas etc. etc. Y ya con nueve años de edad su conclusión era que nadie la quería, aunque no sabían qué había pasado. ¡Ella sí lo sabía! ¡Y bueno... seguro Dios ya no la quiere!
Reafirma el pensamiento de desamor cuando pierde a su padre, se enoja mucho con Dios y
se aleja de él. “Seguro es por mi conducta que Dios se lo llevó, así que es
mejor que me aleje y siga mi vida según mis reglas”, se decía.
…
Paty escuchó constantemente cómo debe ser
una buena mujer y ella ,simplemente, no era así.
Ella era gritona, se reía sin parar, le gustaba mucho tener amigos y no amigas. Los estudios no eran prioridad, le encantaba la libertad de la calle. No era femenina y, además, era contestona y revoltosa. No tenía quietud. Siempre estaba metida en cosas y buscando aprender ¡todo nuevo! Lo cotidiano le aburría. No le gusta la casa, no le gusta el oficio, no le gusta ser mujer con tantas responsabilidades, con tantas reglas. Ella prefiere la política, prefiere el teatro, prefiere el diseño. Pero todo eso está negado para una hija mayor de una madre viuda, con una economía difícil y con bajas notas académicas. Así que el consuelo es ir a la calle, regresar a casa y recibir palizas una tras otra -debo aclarar: no porque su madre fuera mala, es solo que no conocía otra forma de ser madre- . Se acostumbró a ir, divertirse y luego prepararse para el castigo; recibió críticas constantes de lo “mala
hija” que era, del fracaso que sería si sigue así, sin oportunidades en el instituto educativo porque solo las de “mejores notas” pueden participar de todo. Estudiantes como ella no, ella no se lo merece…
¡Bien! Paty, ya no tan Patosa, encuentra en su camino a quienes hoy se consideran depredadores, personas que sienten poder sobre los jóvenes y hacen gala de ese poder manipulando y utilizando a quien tienen oportunidad. Noviazgos tristes y llenos de violencia, un grupo de maestros que eran depredadores y, al final del camino, un Hades que termina de derrumbar lo poquito que quedaba de la parte Patosa de Paty.
…
** Al inicio, a Paty no le llamaba la atención Hades. Él era un muchacho berrinchudo, mimado y narcisista (término recientemente aprendido por Paty Patosa). A pesar de todas las advertencias de la hermana de él, quien era una de sus mejores amigas, Paty sentía que podía controlar la situación. Mala idea sin apoyo de un adulto para orientarte sobre relaciones sanas.
La violencia recibida por parte de Hades hizo que Paty perdiera lo Patosa. Ella, a pesar de su personalidad tan revoltosa (el sexo no era parte de sus vivencias, ella solo era inquieta), al conocer a Hades, empujada más por la curiosidad que por los sentimientos , inició su vida sexual. Mala decisión -tenía apenas quince años y, aunque muy patosa, su corazón es noble, lleno de sueños y deseos de vida.
La violencia física no tardó en llegar, la violencia sexual tras ella; pero, había algo peor: esas pequeñas gotas que se quedan en tu cerebro y apagan tu fuego interior...
“Tú sin mi ya no vales, ya nadie te va a querer porque fuiste mía, solo yo te aguanto y quiero, nadie más. Perdiste tu valor y ahora debes estar conmigo, si alguien se entera serás la “puta” de todos, qué dirían tus padres si se enteran. Mi ex novia era mejor, lo hacía mejor, por qué eres tan mala para esto…”. Con cada una de estas gotas en la cabeza, y los adultos alrededor reforzándolas, Paty esta más sola que nunca. Nadie ve sus golpes en el cuerpo, su tristeza, su soledad. Nadie conoce esas gotas que apagan el fuego. La alegría poco a poco se va, los sueños se detienen y los buenos sentimientos se ocultan.
Aparece una fuente de agua, una nueva amiga que, sin saberlo, se convertirá en un respiro para Paty. La convence de buscar en la religión algo que solo es del corazón. Paty Patosa cede, solo tiene quince años y busca un respiro, busca paz, desea encontrarse de nuevo con ella. Llega con el líder de la religión y se topa con el tiro de gracia: “Eres una pecadora, no eres digna de estar aquí, vete a casa y cuando estés arrepentida vuelve. Dios estará muy enojado contigo”. Eso fue todo. ¡Se terminó! La religión y Dios murieron para ella y se prometió no someterse a estos juicios. Sale del lugar como los árboles: “muerta de pie”. Apenas a los quince años unos adultos severos, estrictos, sordos y ciegos ante los sentimientos de una chica joven y muy sola pudieron apagar su fuego, su alegría.
De pronto conoce a “X” (si pones nombre a algo o alguien le das pertenencia y hay seres NO humanos que no merecen ni eso -un nombre-). Él tampoco era el tipo de hombre que le agradaba, pero parecía interesante. Comienzan a salir y Paty Patosa ya puede deshacerse de Hades. Ahora es más libre, inicia recuperando su plática y luego su sonrisa. No completamente su alegría, pero al menos sonreía. Ella hablaba creyendo que él escuchaba, ella reía pensando que él lo hacía también, parecía que a “X” le importaba, parecía que comprendía.
Paty ahora está embarazada, asustada y sigue sola. Pero tiene claro algo: no quiere a nadie con ella a la fuerza, así que deja claro este punto: “¿deseas estar conmigo y el bebé? Si no es así, puedes alejarte. No tengo miedo, yo podré sola”. La respuesta fue “Sí, claro, estaré”.
…
Paty ahora tiene 18 años acabados de cumplir. Dio a luz una niña hermosa. Está asustada, sola y vive en casa de sus “suegros”. Le prohíben terminar de estudiar: “Las mujeres dejan todo por sus hijos, ya es madre y debe dedicar tiempo a eso solamente, ya arruinó su vida ahora soporte, su lugar es en casa atendiendo esposo e hija…”. Este era el diálogo diario, no había más, se acabó. “X” seguía estudiando, saliendo con amigos, saliendo con amigas. No llegaba a dormir -es normal, los hombres hacen eso-. Llegaba totalmente ebrio, de madrugada. Ella dependía totalmente de él. Es la peor vida que puede llevar una Paty Patosa: una vida de encierro, de desprecios, de humillaciones.
Las malas noches no se hacen esperar y, de nuevo sola o dicho de mejor forma “mal acompañada”, vive episodios de violencia que van más allá de lo física. Son esas gotas de nuevo, esas que en el pasado perforaron su corazón; esas que apagaron su fuego, que ahora son tormentas. Días de la madre sola, plantada o sustituida por otra mujer o su familia; días del cariño con gritos, humillaciones y mucho llanto, con tardes con la otra mujer llamando y preguntando por su novio; paseos con media cuadra (calle) de distancia para que nadie sepa que existes, presentaciones como la “prima” y no como una pareja; gritos, violencia económica, pobreza, indiferencia total, agresión verbal, agresión moral, económica, sexual... todo lo que se puede imaginar que soporte un pequeño cuerpo de 1,54 metros y una chica en sus veinte puede soportar.
Paty no ha perdido su esencia. Es solo que no la reconoce, no la ve, no sabe que aún está ahí. El abandono fue lo mejor que le pudo pasar en esta etapa. “X” se va, dice que al norte, para “mejorar”. Eso fue lo mejor que le pudo pasar, aunque ella en ese momento no lo sabía. Perdió el empleo porque sus hijos se enfermaron. Nadie sabía qué tenían. Estaba desesperada, sin trabajo, sin dinero, sin apoyo y con sus dos hijos graves. “Llévelos a casa, terminamos los estudios y no hay más recursos. Lo sentimos”, eso dijo el doctor. Esa noche, bajo las fiebres incesantes y el hambre, se rindió. Miró hacia arriba y dijo con voz tenue: “me rindo, no sé si existes, no sé cómo te llamas, no sé si eres uno o varios... pero sé que no puedo más. Me rindo. Si estos niños no serán felices, se pueden ir, los entrego desde mi corazón”. Y se durmió profundamente, ya no cuidó la fiebre. ¡No más! No podía más. Al día siguiente, su hija la despertó. Después de dos meses enferma le dijo “mami, tengo hambre”. Ella solo se tiró de la cama, fue a pedir regalado un sobrecito de sopa y le dio de comer a su hija. El bebé quería en la cama. Después de estar sin moverse y fiebres constantes, ahí estaban tomando sopita regalada. Ella se puso de rodillas y dijo: “sé que estás ahí, no sé cuál es tu nombre, no sé qué forma tienes, pero sé que no necesito intermediarios para que platiquemos... ¡Gracias! ¡Gracias por dejarlos a mi lado!”. Ese día, Paty recuperó parte de lo patosa. Buscó empleo y lo encontró. Decidió estudiar, terminar la Carrera y, a pesar que no tenía ya luz, se aferró a sus cenizas para estudiar y obtener su diploma. Con “X” ausente, buscó fuerzas. Apenas le alcanzaba para comer, debía dejar a sus bebés solos, enseñando a su hija mayor a cuidar de ella y de su hermanito.
Pasó un año. Ella estudiaba, pagaba sus cuentas y, de repente, alguien tocó a la puerta. Era “X”. Entró como si nada, como si hubiese ido a la tienda y estaba regresando de ella, sin nada en las manos, después de un año, después de olvidarse de ellos un año. Ella estaba fría, muda y no pudo reaccionar. Solo se limitó a decirse: “debe tener empleo en un mes o se va” (confiaba en que no lo obtendría). Se quedó y los problemas no tardaron en regresar. La violencia no tardó en volver, pero esta vez había algo distinto: ella trabajaba y estudiaba. eso le daba algo de paz y de tranquilidad.
Las Patys Patosas que viven con este tipo de violencia saben bien por qué tenemos hijos con estos “X”. Aunque hay excepciones, la mayoría de nosotras amamos a esos bebés pues ellos son parte de nosotras y parece que omitimos la demás procedencia.
Pasan algunos años y la violencia que vive se convierte en parte de la cotidianidad: gritos, riñas y abusos se viven a diario. Te conviertes en experta en disimular frente a todos lo demás, experta en cuidar a los niños para que no se entren de lo que pasa, experta en dormirte para evadir el dolor, la humillación y el hambre.
En el ocaso de esta etapa de vida, Paty ya más patosa se graduó con su trabajo. Llevaba a los niños a la universidad, a todos lados. “X” sufre un accidente, un grave accidente y, en ese momento, Paty Patosa descubrió su parte más patosa: cuido de él, la casa, pagó deudas (adquiridas por “X”), cuidó de los niños y trabajó sin descanso por casi dos años hasta que “X” caminó de nuevo. Pasó por cambio de sonda, cortes de pelo en la cama, baños en la cama, comida en la cama hasta que, después de un año y medio, caminó de nuevo.
Al hacerlo, ella creció como persona. Pero a cambio recibió críticas: “estoy cansado de tu mal humor”, “no me atiendes”, “no es suficiente”, “ eres la peor mujer del mundo”, “estoy harto”.
¡Ya sé! Se están preguntando qué seguía haciendo ahí Paty Patosa. Pues déjenme que les cuente. Cuando vives en violencia se muere tu espíritu, se apaga tu llama, es como si solo ignoraras lo que pasa alrededor y solo sobrevives. Pero siempre debe haber algo que te despierte, porque sí no es así, entonces, terminarás recibiendo flores en un panteón o terminarás en un hospital siquiátrico perdiendo tu juicio, tu vida y la razón...
¡Llegó ese momento que Paty recuperó su Patosa!
Sentados en un sofá, viendo a sus tres hijos y la nueva bebé en la cama, Paty lloraba porque sus niños comían del mismo plato. No había dinero para comida. “X” tranquilo viendo la televisión. Ella lo ve y le pregunta cómo puede ver a sus hijos sin comida. “X” responde: “que aprendan, la vida es dura y no voy a ir a robar, ¿quiere eso?”. Eso fue todo. ¡No más! Se terminó. Tenía treinta y un años y eso era demasiado... ¡ya no más! Esos niños eran su ancla a la vida, eran su razón de lucha día tras día y no permitiría que este “X” les arruinara la vida.
-“Me voy”, dijo ella.
-¿Cuándo?, dijo “X” sin la menor emoción.
-Ella, molesta, “cuando me dé la gana; al final yo estoy pagando las cuentas”.
-“Bueno”, dijo “X”, “avíseme para ayudarla a empacar y mudarse”.
Ella se perdió en un mundo de pensamientos. Después de todo estaba sola, siempre lo estuvo. No le importaba ella o sus niños, nunca le importaron y era momento de admitirlo, era momento de despertar, momento de decir ¡basta! basta para siempre. La otra mujer le estaba haciendo un gran favor a Paty Patosa, le permitía recuperar su vida, su dignidad, su estabilidad, su “patosidad”. Sabía que no iba a ser fácil volver cuesta arriba; pero, esta vez, estaba acompañada de ella misma y no volvería a permitir que nadie la trate sin valor.
¡Adiós!
Palabra interesante, pues es una acotación del pasado que quiere decir “A dios te encomiendo” o “ve con Dios” y también significa “ a Dios”.
Es la palabra más difícil de decir a quien o a quienes te hacen daño: a tu pasado, a tu dolor, a tus odios, a tus heridas. Decirle “adiós” al odio es el paso más importante que se puede dar en la vida.
Paty Patosa se quedó sola con cuatro seres humanos dependientes de ella, un mudo de responsabilidades y la carga de sus emociones, sentimientos y buscar que los niños crezcan sanos en su corazón.
Paty, usando lo patosa que es, tiene más de un empleo para cubrir gastos. Se siente perdida y cansada, pero siempre en la vida encontrará una chispa de esperanza. Y, justamente, eso pasa. Conoce a otra mujer divorciada, con tres vidas a su cargo; pero ella sonríe, se maquilla, se perfuma, se ve tan feliz. ¿Por qué... por qué Paty no puede? Ella se acerca y Paty aprende la primera frase que realmente cambiará su vida: “Una mamá feliz es una buena madre”. A partir de ahí trata de serlo. Se arregla, perfuma, maquilla y ríe o trata de hacerlo más seguido; se da tiempo para los niños, el trabajo, un poco la casa, un buen café y “chismecito” con su amiga; no cree en el amor o en la pareja y tiene un pensamiento fijado: “ Yo puedo sola... tú, Paty, eres bien Patosa y bien Revoltosa”. No es fácil, hay días difíciles, días de decepción, noches de un buen cigarro, una copa de vino y llanto, pero también hay muchas risas y locuras con su amiga. No suelta la frase: “Una madre feliz es una buena Madre”.
Para ser feliz, ella necesita cerrar ciclos y sola no puede. Busca terapia, necesita que alguien le diga que puede estar cansada, puede equivocarse, que no será perfecta y que está bien. Durante esta época vivió cosas duras: pasó por una demanda de manutención para defenderse de las amenazas de custodia, su hijo mayor se fue a vivir con su padre (cuatro meses y no pudo más con la responsabilidad), perdió todo, quedó en la calle y su hermano le dio posada, lloró a solas muchas veces de cansancio y estrés.
Para ser feliz necesitas cerrar ciclos y solo lo logras trabajando en el perdón. Paty primero pidió perdón a su madre, no porque se sintiera culpable sino porque su parte revoltosa hizo llorar a su mamá muchas veces; por no comprender que ella había crecido con violencia y que era la única forma en la que sabía ser mamá. Su mamá le pidió perdón y la perdonó. Aunque Paty recuperó esta relación, sabe que el perdón no significa eso. Significa que aunque la otra persona no cambie, aunque la otra persona ya no se relacione con ustedes, no importa. El perdón es liberarte de odios, soltar rencores, entender o aceptar la vida de quien te daño y dejarle esa responsabilidad, esas acciones que te hicieron daño ya no tienen poder sobre una.
Basada en esta filosofía perdonó a la familia de “X” y soltó recuerdos, historias y demás. Perdono a “X”, no desea saber nada de esa persona, no le interesa, podría pasar a su lado y hacerlo como si fuera un extraño. Porque las cosas que “X” le hizo vivir son su responsabilidad, no de ella. Ella hizo las cosas lo mejor que pudo; fue honesta, sincera y buena madre con sus errores y aciertos.
Hoy, a sus 42 años y después de una relación larga con el escultor más bello que pudo conocer -y no de físico es bello como persona- se da la oportunidad de encontrar esa relación de pareja que siempre mereció: una con respeto, con diálogo y con paz.
** Léase Mereció, no buscó **
Sabe que siempre habrá cosas que no le gusten, pero también sabe que puede decirlas y si no la escuchan sabe que puede estar sola. Ya no tiene miedo, sigue en terapia porque no hay peor violencia que las gotas de agua que apagan tu fuego, que dejan todo tan húmedo que encender la llama otra vez es complicado y difícil y que sola no puede. La terapia le ayuda a platicar sin juicios de quien escucha y a dejar de vivir con esas palabras tan hirientes, esas frases horribles sobre ella y sobre todo con las programaciones que le dejaron herido su corazón.
Entonces, si te preguntas cómo ser una Paty Patosa, déjame decirte: no hay fórmula, pero sí pasos
que ayudan. Terapia para platicar y desahogarte; tomar decisiones difíciles sí, difíciles pero tómalas;
no regreses, no importa nada ni nadie solo no regreses; una mamá feliz es una buena mamá; trabaja en el perdón por ti, no es por la o las otras personas es por ti. Recuerda: estar al pendiente, contar la historia con odio, reclamar una y otra vez lo injusto, no reconocer que hay gente mala, y sobre todo reprocharte una y otra vez tus decisiones lo único que hace es tenerte sumida en el rencor, dolor, frustración.
¿Cómo sabe Paty Patosa que no la lastimarán? ¿Cómo sabe Paty Patosa que sus hijos, hoy ya grandes, no le fallarán? ¿Cómo sabe Paty Patosa que podrá ser feliz? ¿Cómo sabe Paty Patosa que no debe asustarse?… Bueno
¡ No lo sabe, no hay forma pero…Solo Sé que Todo Estará Bien! ¡Respira... Todo Estará Bien!
MYANCA 2022/ PALABRAS GOTA A GOTA / CIUDAD DE GUATEMALA